Caso Rosario Robles

Rosario Robles y cualquier otro funcionario de la administración pasada la hizo, que la pague.

De eso se trata, entre otras cosas, la alternancia: que se vigilen unos a otros.

En ningún bando político todos son santos ni todos son corruptos.

Qué tanto sabía Rosario Robles de las operaciones de la estafa maestra, es lo que la justicia tiene que dilucidar.

Un juez ha determinado que ella debe esperar en la cárcel hasta que se sepa la verdad.

Como bien dijo en estas páginas Salvador Camarena: pocos creerían que Rosario Robles no haya visto nada.

La sospecha tendrá que acreditarse, pero el juez mandó directo a la cárcel a Rosario Robles sin esperar desahogo de pruebas ni alegatos en su defensa.

Ojo con festejar el golpe judicial: eso le puede pasar a cualquier ciudadano por un delito que es tipificado como menor.

El proceso contra Rosario Robles comenzó manchado.

Lo que debe haber es un juicio justo, despojado de rencores personales de los gobernantes en turno.

Ahora hay un precipitado ingreso a prisión de una persona a la que legalmente no se le ha demostrado nada, porque el juicio aún no empieza… y ya es culpable. Tras las rejas.

Ella no se fugó ni permitió que encarcelaran a su madre para evadir a la justicia, como hizo Lozoya.

Rosario Robles fue arbitraria y ruda como jefa de Gobierno, con los casos de Paco Stanley y Óscar Espinosa.

Pero eso no autoriza a la actual administración a actuar igual.

Hay varios elementos concretos:

Entre el Presidente y Rosario Robles existe choque personal.

En el PRD, partido que ambos presidieron, Robles y AMLO hacían equipo político.

Se ha dicho que fue ella, desde la jefatura de Gobierno del DF, la que operó para que Andrés Manuel López Obrador ganara la elección a Santiago Creel, por una nariz, y fuera su sucesor.

Después vino la ruptura por el caso Ahumada, Bejarano, las ligas, y el vuelco político de Rosario Robles.

Todo eso baja de importancia ante otro hecho concreto: sí existe una estafa maestra.

El juez que dio la prisión preventiva a Robles sugirió que se investigara a su sucesor en Sedesol, José Antonio Meade, porque tuvo en sus manos el acta entrega-recepción donde venían los números de la estafa maestra.

Absurdo: cuando se hace entrega de un cargo se informa de qué auditorías están en curso y las nuevas autoridades de la secretaría siguen ayudando a la Auditoría Superior de la Federación a que se desahoguen. Eso es todo.

Se trata de otro asunto personal. Meade es un ciudadano honesto a carta cabal, y eso molesta en Presidencia, donde creen tener la patente exclusiva de la autoridad moral.

A Rosario Robles le cargaron la mano con la prisión preventiva, sin que haya culpabilidad dictaminada de su parte.

Sea culpable o inocente, Rosario Robles puede darse por hundida porque tiene al aparato del Estado sobre ella.

Y contra el águila de frente, nadie puede.

Ojalá nos equivoquemos, pero a Rosario Robles le aguarda un juicio de Estado.

Tiene en su contra la animadversión personal del Presidente de la República.

Al presidente de la Suprema Corte también lo tiene en contra. El ministro Zaldívar descalificó de manera inusual, como maniobra mediática, el hecho de que Rosario Robles pidiera un juicio justo. Insólito.

Tiene en contra a la Fiscalía –es su papel.

Tiene en contra a la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda.

Tiene en su contra al juez que la mandó a la cárcel antes del juicio y por sobre el principio de presunción de inocencia.

Y tiene en contra el hecho de que sí existió una estafa, aunque ella no se haya quedado con el dinero. O sí, no lo sé.

Si alguien la hizo, que la pague. No hay duda.

Los juicios, sin embargo, deben llevarse sin la carga de los rencores personales ni los enconos de la lucha por el poder.

Y tampoco deben usarse como cortinas de humo del desastre en seguridad y economía en que estamos entrando.

Pablo Hiriart
Uso de Razón